Con la complicidad de dos o tres trabajadores del buque se mantuvo oculto por casi un mes, comía las sobras de cada almuerzo, o cena que le alcanzaba el cocinero.
Todo parecía marchar bien, más allá de vivir oculto entre cajones y dormir incómodo; hasta que un día se descuidó y uno de los marineros lo descubrió, inmediatamente dio cuenta al capitán quien vino con dos de sus camaradas subalternos y lo arrestó.
Lo encerraron en una pequeña recámara que tenía el buque donde solo podía estar parado o sentado sin lugar para acostarse.
Fueron dos días interminables para Martiniano hasta que llegaron al puerto y el capitán lo entregó a las autoridades.
La denuncia es que se había infiltrado en el buque sin autorización; era un polizón que ahora tenía el temor de ser extraditado nuevamente a Italia.
Pero hay veces que la suerte te acompaña, uno de los policías que prestaba servicio tenía un tío que también llegó de polizón hace algunos años atrás a la Argentina y él conocía muy bien el sufrimiento de esta gente que tuvo que escapar de su país por distintas cuestiones, muchos de ellos en la segunda guerra mundial.
Fue ese policía que decidió hacerse responsable de Martiniano y sacarlo de la cárcel para ofrecerle por intermedio de un pariente un trabajo en el puerto.
Pocos años después El joven pudo traer toda su familia desde Italia y al pasar los años ya casado el viejo policía que lo salvó de ser extraditado fue el padrino de uno de sus hijos.
Dicen que hay ángeles sobre la Tierra, pues el mío tiene nombre y apellido decía este italiano mientras una lágrimas se deslizaban por sus mejillas.
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